MURALLA DE CARNE
Valentía y decisión muchas veces yacen dormidas en el fondo del alma. Son poderosas reservas espirituales que surgen de improviso a favor de las circunstancias. Así se explican los actos heroicos en las luchas por los ideales de libertad, tales como los registrados en los acontecimientos de nuestra Revolución.
Fue en uno de esos momentos decisivos cuando un grupo de valientes jóvenes del ejército revolucionario libraba lucha encarnizada para ganar posiciones en Alta Córdoba. Con sagacidad felina ya se arrastraban, ya se pegaban a las paredes buscando ubicación apropiada.
Uno, luego otros, caían. Prodigando alivio, estaba el sacerdote. De pronto, en otro extremo, nuevos heridos.
Desafiando el peligro, el Capellán cruza impávido la calle descubierta, en medio de la metralla y llega a la vereda ofreciendo allí blanco perfecto.
Un jovencito de sólo quince años, advierte al enemigo dispuesto a acabar con él, y se convierte de repente en el ángel tutelar de la vida; y sin pensarlo mucho corre y se coloca, como escudo, frente a su sacerdote, salvándolo del peligro, con riesgo de vida.
Valentía y decisión muchas veces yacen dormidas en el fondo del alma. Son poderosas reservas espirituales que surgen de improviso a favor de las circunstancias. Así se explican los actos heroicos en las luchas por los ideales de libertad, tales como los registrados en los acontecimientos de nuestra Revolución.
Fue en uno de esos momentos decisivos cuando un grupo de valientes jóvenes del ejército revolucionario libraba lucha encarnizada para ganar posiciones en Alta Córdoba. Con sagacidad felina ya se arrastraban, ya se pegaban a las paredes buscando ubicación apropiada.
Uno, luego otros, caían. Prodigando alivio, estaba el sacerdote. De pronto, en otro extremo, nuevos heridos.
Desafiando el peligro, el Capellán cruza impávido la calle descubierta, en medio de la metralla y llega a la vereda ofreciendo allí blanco perfecto.
Un jovencito de sólo quince años, advierte al enemigo dispuesto a acabar con él, y se convierte de repente en el ángel tutelar de la vida; y sin pensarlo mucho corre y se coloca, como escudo, frente a su sacerdote, salvándolo del peligro, con riesgo de vida.
Domingo Dorado.
FUENTE: Revista “Nosotros los Muchachos” – Número Extraordinario – Septiembre 1955 – página 68.