Revista Nosotros los Muchachos - Muchacho

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MUCHACHO:




Te extrañará este número tan extenso y con un material con temas tan ajenos a los que solemos tratar.


Te explicaremos sencillamente su razón de ser.

Nuestra Patria ha escrito páginas decisivas de su historia.




Algunas de ellas son negras, como pocas naciones del mundo deben tenerlas. Otras, en cambio, tan blancas y gloriosas, que provocan la sana envidia de los que entienden de gestas históricas. Estas últimas, escritas con sangre de héroes, han lavado afrentas muy tristes y han devuelto a nuestra bandera siempre la orgullosa limpieza con que ondeó siempre, y a nuestra patria la dignidad que arrastraba avergonzada.



No queremos hacer cargos: ellos se hacen solos. Pero si queremos entregarte unas páginas que te sirvan para toda la vida, que te sean compañeras aun en los años de tu vejez, cuando al calor de la lumbre, rodeado por los retoños de tu vida misma, entiendas narrar a la generación que te suceda, los hechos más graves y emocionantes de tu vida juvenil.




Queremos que puedas leer lo que con el andar del tiempo tendrá visos de leyenda y sonará a tus oídos con los mismos legendarios encantos con que repercuten las narraciones que escuchaste en tu niñez y te hablaron de guerras de independencia, de lucha contra malones de expediciones salvadoras.



Tú mismo serás el testigo de los hechos que encontrarás en este número de tu revista. Quizás de algunos podrás decir que fuiste protagonista y por ello darás gracias a Dios, pues es un honor haber participado en la gesta más noble que conoce la historia de nuestra patria.



Pero recuerda bien lo que te vamos a advertir para que no corras el peligro de interpretar mal o para que no permitas que nadie empañe el brillo de tu empresa.



Siempre es triste y doloroso el derramamiento de sangre, y sobre todo cuando es sangre de hermano. Sin embargo, es muy cierto también que cuando el hombre es reducido a la vil condición de un ser esclavizado, degradado, tiene el más sagrado derecho y hasta el más estricto deber de sacudir el yugo por todos los medios a su alcance. Dios prohíbe matar, pero no prohíbe defenderse, sobre todo cuando se ataca lo más sagrado que existe para un hombre: su Dios, su Patria y su condición de hombre.



La revolución de 1955 no se ha hecho por intereses materiales aunque algunos, eventualmente, puedan sacar partido de ella. TE lo demuestran las palabras los hechos de los que la dirigieron. Te lo demuestran, y esto es lo que nos interesa destacar, la innegable intervención de lo Alto, y la nobleza de la actitud juvenil que no sabe de acomodos oportunistas.



La Virgen Capitana jamás habría asumido, como indudablemente lo ha hecho, la dirección y protección de una empresa guiada por móviles de labios de muchos civiles, de militares rebeldes y hasta de leales: “La Revolución ha sido ganada, en primer lugar, por la Sma. Virgen”.



Las ametralladoras que dejaban de funcionar, los regimientos que se olvidaban los explosivos, las tropas que retrocedían ante decenas de soldados porque emboscadas, los aviadores que volvían con las botas y los pantalones acribillados y sin haber derramado una sola gota de sangre, los sustos provocados por revólveres de juguete o por pistolas desarmadas, el empuje de tropas evidentemente inferiores en número y calidad, por tratarse en gran parte de civiles sin mayor adiestramiento y las mil y una contingencia que una o dos veces podría parecer fortuita pero que se repitieron hasta el infinito, justifican la frase de la gente: “La Virgen ha ganado la Revolución”.



Y no podía ser de otra forma pues Ella estaba comprometida por la magnitud y dignidad de la empresa: civiles desarmados y fuerzas armadas desintegradas debían derrocar a un hombre que tenía en sus manos lo que permite la ley y todo lo que puede procurarse el libertinaje.

No podía ser de otra forma pues los jefes de la revolución tuvieron la sencillez y la astucia de nombrarla Capitana, como para comprometerla en la acción, pues esos mismos hombres, cuando faltaban armas y esperanzas humanas de triunfo, empuñaron el arma del cristiano: el rosario.



La intervención de la juventud es también una prueba elocuente de la altura de la empresa realizada. Los muchachos jamás habrían expuesto su juventud por un ideal bastardo. Y todos saben cómo prodigaron en esta ocasión los muchachos, tanto que conmovieron a los viejos y aguerridos soldados que encabezaban el movimiento.



Muchachos, escribimos este número para estos gestos que son lección imperecedera, para que la altura de los que lucharon dignifique la chatura de los que se acomodaron.



Escribimos estas páginas para demostrarte que si tenemos la franqueza de llamarte la atención cuando vas por caminos errados, no nos falta nobleza para festejar tus actitudes hidalgas.



A ti, joven soldado, marino, aviador o civil, te dedicamos estas páginas las que hemos sentido tibias y húmedas las mejillas, ante gestos que abochornaban nuestros años de pasividad, que traducían toda la noble pureza de tu alma fresca que prefiere quebrarse en la lucha, antes que reblandecerse en la entrega.




“Nosotros”

ADVERTENCIA:



Este número extraordinario de “Nosotros los Muchachos” lo hemos destinado a relatar el Movimiento Revolucionario en Córdoba, por las circunstancias especiales que lo acompañaron.



Con esto no entendemos restar méritos a la acción de nuestra inefable Marina y de los demás focos revolucionarios. Nos complacerá mucho publicar en números subsiguientes las anécdotas que nos remitan.




LAS FOTOGRAFÍAS



Que publicamos son una gentileza que agradecemos al Pbro. José Caruso y a los Sres. Jorge Schneider y Manuel E. Obregón.

FUENTE: Revista “Nosotros los Muchachos” – Número Extraordinario – Septiembre 1955 – páginas 2 a 4


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