Revista Nosotros los Muchachos - Tribuna conto

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Una avioneta sanjuanina vino a ver lo que pasaba en Córdoba… y después,
“TRIBUNA” CONTO




San Juan había recogido el lunes 19, el fruto de los heroísmos de Córdoba y de la decisión del ejército cuyano. Las tropas entraron ese día aclamadas por todo el pueblo. La Santa Madre de Dios, en la imagen Sagrada de Nuestra Señora de las Mercedes, recibió la reverencia del ejército y del pueblo y bendijo la empresa.

Pensamos entonces que sería un estímulo hacer llegar a los cordobeses parte de nuestra edición de la victoria de San Juan.

No lo pensamos más. Fletamos una avioneta y, con autorización del Comando Revolucionario, partió del Aeródromo de Villa Krause uno de nuestros compañeros, con dos valientes pilotos civiles.

Sorteando los lugares que podían concentrar tropas y en vuelo rasante, después de tres horas sobrevolamos “Pajas Blancas”, el aeródromo Civil de Córdoba. Las pistas estaban intactas. Nos dieron entrada. Desde el Norte descendimos.

Allí supimos que el aeródromo estaba ocupado desde el lunes 19 por treinta y dos combatientes. Tres oficiales: Teniente primero Aquiles Alfredo Maurilla y dos tenientes Poleri y Díaz, comandaban doce cadetes de la gloriosa escuela de Aviación y catorce jóvenes civiles; asistidos todos ellos por el aliento sobrenatural del Padre Bordagaray.

UNA DE LAS BATALLAS

El lunes 19, a las 9 y media, tropas leales (al régimen peronista) que se acercaban por el Norte, iniciaron el ataque contra esa reducidísima guarnición. Pero sonó un solo cañonazo. Pronto se silenciaron cinco ametralladoras pesadas de los atacantes. ¿Qué pasa? El cerco se estrecha, sin embargo, pues las tropas leales (al régimen peronista) avanzan siempre disparando su fusilería. Comienza luego el fuego de los morteros. El equipo transmisor es inutilizado y un “jeep” vuela en pedazos.

El avance del enemigo, un regimiento, sigue inexorable.

Uno de los cadetes, el jovencito Ernesto Chávez, rinde su vida por Dios y la Patria. ¡Alma gloriosa! Aún quedan treinta y un valientes. No son mucho menos que los treinta y tres orientales, capitaneados por Lavalleja. ¡Adelante!

Después de tres horas y media de lucha, cuando los atacantes están a doscientos cincuenta metros del edificio principal del campo, que sirve de parapeto, el teniente primero Mansilla ordena la retirada, en orden de batalla, para ocupar nuevas posiciones.

Entonces ocurre algo extraordinario. Los atacantes dejan de avanzar. ¿Por qué? Después se supo que los leales (al régimen peronista) temieron una emboscada de las que suponían poderosísimas fuerzas defensoras. La decisión del ideal y la pujanza del coraje que enciende tiene más fuerza que el poderío material en número de armas.

SE RECUPERA EL CAMPO

Desde sus nuevas posiciones esperaban los defensores el nuevo ataque cuando amaneció el martes. A las 9 llegó un refuerzo: un oficial, el teniente Wilkendor, con cinco aspirantes, en un “Rastrojero” (1). Estos, cumpliendo una misión de exploración, llegaron hasta el campo y lo encontraron desierto. El enemigo, en la noche, se había replegado.

Se guardó una prudente espera y esa tarde, a las 17, los defensores ocuparon sus posiciones.

Dos horas después descendía la avioneta sanjuanina.

ESPECIAL PROVIDENCIA

El general Videla Balaguer –nos dijeron- había hecho públicamente una súplica a la Virgen María pidiéndole protegiera su afán y lo condujera a feliz término. La palabra del valiente había sido recogida por la Santa Madre de Dios y asegurado la confianza en todos los corazones.

Esa esperanza de especial Providencia, por la intercesión de la Virgen, fue patente en todas las oraciones.

Nos explicaron –antes del regreso- que en el comienzo del ataque el cañón de los leales había disparado un solo proyectil porque no tenían más.

(¡Los habían olvidado al partir el regimiento del cuartel!); y que las ametralladoras pesadas no siguieron disparando porque se trabaron. Estas cosas fueron reveladas a los defensores cuando confraternizaban con los atacantes, en ese abrazo grande que se han dado los de uno y otro bando, ante el llamado amoroso de la Madre de Dios.

SOLDADOS NIÑOS:

Nuestra embajada partió para Córdoba alrededor de las 20. La conducía un automóvil particular que arrastraba un vehículo militar averiado. El conductor refería hazañas, hazañas y más hazañas.

Patrullas de civiles armados custodiaban y vigilaban los caminos. Junto a hombres maduros, se veían muchachos jóvenes y; hasta niños! En la bifurcación de los caminos que envuelven al Cerro de las Rosas, un par de chiquillos que detuvieron el automóvil, tenían catorce años uno y trece el otro. ¡Y con qué responsabilidad cumplían su grave deber!

EN UN COMANDO

La comisión en este punto tomó un automóvil del servicio del Comando Revolucionario de la Municipalidad, en calle General Paz, hacia donde fue trasladada. Allí confraternizó con los valientes que habían asumido una de las más grandes responsabilidades y saludó al doctor Tristán Castellano, el héroe civil que escondió en su casa al general Videla Balaguer.

UN EJEMPLO

Antes de partir para L.V.2, Radio Central de Córdoba, nuestro enviado pudo abrazarse con un amigo de siempre, el ingeniero Rogelio Nores, quien, con la simplicidad de las grandes emociones, le narró el caso de su hijo Miguelito. Un muchachito de quince años. Acudió al llamado de voluntarios alentado por su madre. Estuvo perdido dos días. Vino a la casa para que supieran de él y regresó a su puesto. Desde entonces nada sabían de él sino lo que algunos amigos o conocidos traían por haberlo visto en el trajín heroico.

El señor Nores hablaba sereno, sonriente, sin exteriorizar así el secreto orgullo por esa floración magnifica de su sangre. ¡Oh temple magnífico de verdaderos varones!

Luego nuestro compañero de tareas, al siguiente día, habría de hablar por teléfono a la casa de otro amigo, que lo saludó con un ¡Viva la Patria! (2)
-De los cinco mayores que han participado en la lucha –le dijo- tres han vuelto, los dos mas chicos los he traido esta tarde, el que sigue lo tengo herido en casa. Nada se de los dos mayores.

Estos valientes, los dos mayores, que son mellizos, se llaman Luis y Alejandro Savid Bas y tienen, diecisiete años. El herido, al que hubo que extraerle una bala del 45, Domingo, tiene dieciséis años. Y después sigue José Ignacio y aún otro menor.

Consignamos sus nombres sólo porque particulares vinculaciones nos los recuerdan. Pero como ellos, cientos y cientos de jóvenes cordobeses reciben el homenaje de la administración de la patria y del mundo entero.

LA VOZ DE LA LIBERTAD

Sobrepasa toda ponderación la labor extraordinaria que para la causa revolucionaria triúnfate cumplió una emisora que para Córdoba es familiar pero cuya voz no había trascendido los límites de la provincia mediterránea. Nos referimos a L.V.2, Radio Central Córdoba, que ahora en su bautismo de fuego, es siempre L-V.2 “La voz de la Libertad” y cuyos ecos invadieron la República en las horas memorables de la epopeya por la liberación. Nuestro enviado penetró estremecido de honda emoción en aquel recinto aparentemente calmo, pero desde el cual se libraba una de las batallas decisivas para la causa que allí tenía su escenario fundamental e histórico. Al observar el lugar circundante, de pronto creyó ser saludado por dos torres pardas y recias que se destacaban en medio de la noche serena y estrellada. Era la Iglesia de Nuestra Señora del Pilar. La historia, siempre rica en sugerencias inspiradoras, la transportó por un instante a la indómita Zaragoza, cuna de la catolicidad hispana por la similitud del ideal que allí tuvo a defensores con magnitud de mártires, predispuso su espíritu con la emoción del creyente que saluda al templo de sus devociones más entrañables. Hasta le parecía escuchar la copia inmortal, que de poesía habíase trocado en arenga de lucha sin parangón:

Por el Ebro abajo va
Una barca cañonera
Y la virgen del Pilar
Es la mejor artillera…

MÁS QUE UNA RADIO, UNA FORTALEZA

Nuestro enviado, consciente de la realidad de su misión informativa, se dirigió al edificio de L.V.2 y tomó contacto con una verdadera colmena humana que contagiaba del vibrante espíritu que presidia a las gentes que allí trabajaban, infatigables por asegurar el triunfo y la consolidación de las fuerzas armadas.

Pronto el cronista fue llevado ante el alférez Burgos que, al frente de cadetes de la Aviación y de jóvenes civiles, había tomado posesión de la radioemisora el día 16. En todos los que allí prodigaban sus esfuerzos sobrehumanos, en una tarea desmesurada, advertíase los signos evidentes de un agotamiento físico sólo dominado por el impulso vital de un espíritu alerta, suscitado por una fe superior a toda postración o decaimiento. Ardua había sido la brega incesante desde el momento mismo en que se tuvo el arma fundamental de aquella estación, ante el asecho del adversario. Ello obligó a mantener guardias permanentes para que aquel reducto no cayera y no dejara de cumplir su papel fundamental en la información y su arenga imprescindible en ese trance imperativo.

MOMENTOS DRAMÁTICOS

El periodista sanjuanino, al entrar en una sala donde se preparaba febrilmente y al ritmo que imponían las circunstancias, el material a irradiarse, observó que quienes en ese momento cumplían con abnegación ejemplar el delicado cometido de redactar las arengas y las noticias, eran un sacerdote y un seminarista que no se dejaban vencer por el cansancio que hacía presa de sus organismos debilitados por el supremo esfuerzo y la constante vigilia.

Pocos instantes antes del señalado para establecer la cadena con nuestra ciudad, se produjeron acontecimientos de extrema gravedad que hacían peligrar el reducto cordobés. De esos acontecimientos sombríos daban cuenta los comunicados que se leyeron, entre los cuales figuraba uno que consignaba que la tregua había sido violada y que continuaba, en consecuencia, desde las seis, la lucha sin cuartel. Posteriormente, y contrastado con la preocupación recién suscitada, se informó que Córdoba había sido elegida como capital provisional de la República. El júbilo de esta nueva fue indescriptible y se sumó a la que produjo el hecho de saberse que el general Dalmiro Videla Balaguer había sido nombrado interventor de Córdoba.

LA VOZ DE SAN JUAN

Nuestro enviado febrilmente había preparado un mensaje para ser dirigido en cadena por L.V.2, Radio “La Voz de la Libertad”, a la emisora L.V.1, Radio Colón.
Decía así:

“SANJUANINOS: Lo que ha pasado y lo que está pasando en Córdoba sobrepasa toda imaginación. Aquellas páginas heroicas de la defensa y de la reconquista de Buenos Aires, en los albores de la nacionalidad, se han reeditado gloriosamente.
Por cada soldado, que son incontables en este bastión de la libertad, se ven cientos de hombres del pueblo, de mujeres, de jóvenes, de incontables jóvenes, y hasta de adolescentes casi niños, empuñando con decisión épica las armas.
Hay sangre derramada y esto, que mirando humanamente es doloroso, adquiere en este momento memorable y tremendo, una grandeza sobrehumana y sobrenatural que deslumbra, porque estalla en un colosal incendio de amor, si de amor a Dios y a la Patria, y es un abismo de renunciamiento que atrae con vértigos irresistibles”.

IDENTIFICACIÓN

El nuevo grito de los acontecimientos, con un nuevo afán, obligaron a prescindir de la transmisión en cadena con San Juan.

Cuando el enviado veía enmudecer el mensaje por él redactado, uno de los jóvenes y vibrantes locutores lo tomó y donde decía “sanjuaninos” puso “cordobeses”, invitó a nuestro enviado a leerlo y así, lanzándolo al espacio cada párrafo, se pobló el aire de las palabras de admiración. Esta circunstancia llenó de gozo al redactor porque vio en ella un símbolo de la identificación de Córdoba y de San Juan y de cómo el hecho de que en ese momento una mano cordobesa tachara el querido sustantivo “sanjuaninos” para substituirlo por el muy serio y heroico de “cordobeses” era mayor honor y la más estupenda gracia.

Nuestro compañero recordó la opinión de Mitre, que dijo que todos los grandes acontecimientos de San Juan habían influido decisivamente en la historia de la patria. Y pensaba que ahora todo el honor lo ganaba Córdoba, legítimamente, con sangre y con espíritu. Y se alegraba por ello, porque veía como la Providencia le auguraba a Córdoba función rectora, que es lo mismo que asegurar la victoria del espíritu y de sus altos y eternos valores.

“Tribuna” San Juan – 25-9-1955

FUENTE: Revista “Nosotros los Muchachos” – Número Extraordinario – Septiembre 1955 – páginas 16 a 23 y 55.

NOTAS:
(1) Es un tipo de vehículo de los años 50, como una camioneta o quizás una tipo Trafic.
(2) Durante los años ’50 y hasta 1990 aproximadamente, la telefonía –estatal- era muy escaza. No había muchas casas con teléfono y lo mas habitual era que para comunicarse con algún pariente se debía llamar a la casa de algún vecino o amigo cercano al domicilio que tuviese teléfono.



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