Juan Domingo Perón y Nelly Haydeé Rivas

Nelly Haydeé Rivas y Perón (1)

Fragmento de Nuestro Siglo Historia de la Argentina TOMO 1949-1955 “Escándalos y Frivolidades” páginas 33 a 36. Director de la obra: Félix Luna Editorial Hyspamerica Ediciones de Argentina S.A. y Editorial Sarmiento S.A. año 1992 Para el diario Crónica

“… En cambio, muy poco trascendió la increíble relación que el presidente, por entonces sesentón, mantuvo durante casi dos años con una chica que, al iniciarla, contaba con catorce años de edad (2). El público argentino se enteró de la existencia de Nelly Rivas pocos días después del derrocamiento de Perón, cuando se publicaron unas cartas dirigidas a ella por el ex presidente, embarcado en ese momento en una cañonera paraguaya. En mayo de 1957, la propia Nelly Rivas publicó, en varios diarios norteamericanos, una serie de notas sobre sus relaciones con Perón, posteriormente, en 1968, se prestó a un reportaje para Primera Plana.

Nelly Rivas conoció a Perón en Olivos, a fines de 1953, llevada allí por alguna delegación de la UES (3). Inducida a acercarse a Perón por Ménendez San Martín, al poco tiempo estaba instalada en la residencia presidencial de la avenida Alvear. Las fotos de la época la muestran como una chiquilina de mirada viva, pelo negro corto, delgada, pero con una personalidad acusada y definida. Perón se exhibió públicamente con ella en varias oportunidades: en el Festival Cinematográfico de Mar del Plata; en una pelea del boxeador Rafael Merendino, en el Luna Park, y por supuesto, en la residencia, donde almorzaban juntos diariamente. El círculo íntimo de Perón conocía perfectamente esa relación que, como se ha dicho, no trascendió mayormente, a pesar de que el presidente no parecía intentar disimular bajo ningún aspecto.

Una postura de comprensión humana puede acaso entender la soledad de Perón en aquellos años de 1954/55, y hasta asumir esa relación con resabios paternales entre el presidente y la adolescente. Pero una apreciación de este episodio a la luz de la responsabilidad que implica la función de primer magistrado, no puede sino llegar a conclusiones negativas (4). Si la fatiga de Perón y su escasa atención a los asuntos de gobierno en aquellos años revelan una fractura íntima en lo profundo de su espíritu, su hábito de frecuentar la UES –aún dejando de lado las exageraciones e invenciones que prosperaron en ese momento- evidencia una relajación en sus valores morales. Y su intimidad con la Rivas ratifica este proceso hasta un grado penoso.

Estos detalles personales, que se relatan aquí sin placer, sólo como elementos cargados de significación histórica por ser quien fue su protagonista, demuestran la decadencia de una personalidad política que hasta entonces se había cuidado de no presentar flancos vulnerables. Y explican, en cierta medida, los errores que empedraron el camino de Perón hacia su caída, en 1955”

NOTAS:

(1) Son muchos los historiadores que coinciden en señalar que a partir de la muerte de Evita, Perón no fue el mismo. Trabajaba a desgano, se preocupaba menos por los problemas políticos y parecía más interesado por la buena vida que por la militancia política. Éstos fueron los años del Perón manejando lanchas, motonetas, autos de carreras. Un Perón que en algún punto se parece a Menem. Un Perón que disfrutaba como un chico en el festival de cine de Mar del Plata, que se sacaba fotos con los artistas y las vedettes, que pronunciaba discursos en la rambla rodeado del glamour de las estrellas y donde él mismo parecía sentirse una estrella más.
Si el festival de cine fue un invento de Apold, la creación de la UES fue un invento de Mendes San Martín, un ministro de Educación servil y mediocre. La UES tuvo su rama femenina y masculina, pero para que Perón tuviera con qué entretenerse, la rama femenina funcionaría en Olivos. Allí llegarían las adolescentes a practicar deportes, conversar con el presidente, compartir almuerzos, meriendas y cenas. Fueron las chicas de la UES las que lo bautizaron con el apodo de "Pocho", apelativo que acompañaban con cantitos y coros que al presidente lo divertían y hacían feliz. Las chicas de la UES desfilaban en motoneta escoltando a Perón y a ese otro paradigma de la alcahuetería oficial que era Aloe, gobernador de la provincia de Buenos Aires. Las chicas de la UES llegaron a escoltar con sus inefables motonetas Siambretta a un asombrado Milton Eisenhower, que no terminaba de entender el motivo de esa recepción juvenil, festiva y femenina.
También perteneció al elenco de la UES, Nelly Rivas, una adolescente de catorce años que concluyó siendo la amante oficial del presidente, cuarenta y cinco años más grande que ella. Nelly Rivas vivirá con Perón en la residencia, recibirá los honores de una primera dama, lo acompañara a Perón en más de un acto oficial y será su pareja en el festival de cine de Mar del Plata. La última carta que Perón escribirá en la Argentina, antes de subirse a la cañonera, será a su "nenita", a la que le prometerá llevarla con él al exilio. La carta está firmada con el apodo íntimo de siempre: "Tu papito".
Nelly Rivas era hija de una modesta familia a la que
Perón convenció de seder a su hija a cambio de una casa obsequiada por la presidencia de la Nación. La historia de aquel romance fue la comidilla de la oposición.
Nelly Rivas puede ser una anécdota, pero es también un símbolo, una manera de concebir tanto el poder como las relaciones cortesanas en el poder. Cuando Vargas Llosa, en su novela sobre Trujillo, habla del estilo del dictador dominicano para resolver sus relaciones de pareja, la comparación con Perón es inevitable. Después de todo, fue Perón el que en diferentes ocasiones calificó a Trujillo de "un buen muchacho y un gran patriota", conceptos parecidos a los que dijera sobre su otro amigo, Anastasio Somoza, quien el 17 de octubre de 1953 habló desde los balcones de la Casa Rosada y fue ovacionado por los "grasitas" como no lo había sido en su Nicaragua natal.
Los biógrafos populistas dicen que Perón nunca se pudo recuperar de la muerte de Evita. Que a partir de 1953 empezó a sentir la soledad del poder. Se dice que si Evita hubiera vivido eso no hubiera pasado. Lo que se puede deducir al respecto es que si Evita no hubiera muerto, como cualquier esposa más o menos celosa, no lo habría dejado rodearse de chiquilinas en la residencia de Olivos. Pero sobre estos temas nunca está dicha la última palabra. Por lo demás, Evita habría hecho lo de siempre: cumplir las órdenes de Perón, con la misma pasión y fanatismo con que la cumplían Juanita Larrauri, Delia Parodi y las toscas pero leales militantes de la rama femenina.
Lo cierto es que para 1954 Perón estaba solo, aburrido y rodeado de alcahuetes. El Perón de esos años carecía del brillo, la ductilidad, el olfato y la intuición del Perón de 1945. Por entonces, a los incendios los provocaba Evita y él se atribuía el rol de bombero. Sin Evita, Perón estaba obligado a actuar de incendiario y bombero. El problema es que el incendiario en algún momento derrotó al bombero. Pero el problema más serio es que el concepto de "incendiario" dejaba de ser una metáfora para transformarse en una lacerante realidad: la quema de la Casa del Pueblo, la Casa Radical y el Jockey Club, o el posterior incendio de once templos católicos, así lo demostraban.
La segunda presidencia de Perón equilibró el funcionamiento de la economía pero exacerbó los costados autoritarios y represivos del régimen. Fueron los años del luto y la afiliación obligatoria, de los libros de lectura en donde la palabra "Evita" reemplazaba a la palabra "mamá"; los años de los monumentos fastuosos, de la designación con los nombres de la pareja a calles, plazas, ciudades y provincias. En definitiva, fueron los años en el que el proyecto de comunidad organizada intentaba transformarse en una propuesta totalitaria.
En la comunidad organizada, estaban los sindicatos, los empresarios, los profesionales, todos debidamente encuadrados. También estaban los partidos políticos convocados a una suerte de "transversalidad". El caso de la cooptación del legendario caudillo socialista Dickmann, así lo demostraba. En el concepto de comunidad organizada, entraba la Corte Suprema de Justicia a través de su presidente, Horacio Valenzuela, quien daba fallos en los que se citaba como fuente jurídica a la Doctrina Justicialista. Por su lado, en el Congreso, Cámpora había teorizado sobre las virtudes de la obsecuencia.
En aquellos años, fue cuando se manifestó con más audacia el intento por ganar para la causa peronista a la Iglesia y a las Fuerzas Armadas. La resistencia de esos sectores a dejarse cooptar por el líder explican en parte los conflictos que se desarrollarían a lo largo de 1955.
En el plano de las libertades públicas, la situación se tornaba irritativa. Apold era el dueño y señor de la prensa. La cárcel y la tortura solían ser del destino de los opositores más tenaces. Personajes como Lombilla, Amoresano, los hermanos Cardozo, Monzón, se transformaron en paradigmas de comisarios y policías torturadores. La amenaza de perder los puestos de trabajo o las jubilaciones, la exigencia de la afiliación al partido oficial para pretender un cargo público, la delación sistemática, creaban un clima de miedo y, al mismo tiempo, de odio y antagonismo que luego se volvería irreductible.
(2) Aunque si eran claramente conocidas las promiscuas relaciones que existieron entre Perón y las "chicas" de la Unión Estudiantes Secundarios y cuales fueron sus intenciones.
(3) UES: Unión Estudiantes Secundarios
(4) Además y simplemente es un delito. Se trata del delito de
estupro. De hecho Perón fue juzgado por el.