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Castillo del Señor, digna palestra
De los que luchan por la Fe divina:
Mi Córdoba… mi Córdoba argentina!...
Te canto en tu virtud, porque ella entraña
El más conmovedor de los ejemplos;
Te canto en el replique de tus templos
Y en el himno triunfante de tu hazaña.
Te canto en las patrióticas vigilias
De tu pueblo tenaz y corajudo;
En la hidalga prosapia de tu escudo
Y en la devota unción de tus familias.
Te canto con el credo renovado
De la ciudad, el campo y la esperanza;
Del viento redimido en la llanura
Y el grito de Montiel purificado….
Con esos signos de la costa mía,
Anuncio en ti la aurora del mañana:
¡oh Córdoba… mi Córdoba cristiana,
Predilecta de Dios y del Suquía!
Sobre tu precio, palma de suplicio,
Velabas tu martirio de enterezas,
Propicia para todas las proezas
Y noble para todo sacrificio.
Y de pronto dolida de esta tierra
Sin voz, sin primavera, sin aroma,
¡se alzó la libertad sobre una loma,
Tallada con las rocas de tu sierra!
Dios y Patria te dieron acicate,
en tanto por tus calles centenarias,
el arcángel Gabriel de las plegarias
alentaba a Miguel de los combates.
Cual torrente que rueda por la cuesta,
Rompiendo vallas, liberando esclavos,
Se deslizó la sangre de tus bravos
Al ritmo de los bronces de tu gesta
Y tu legión de intrépidos valientes
Notó, cuando el jefe la impulsaba,
Que el plomo de su acero proyectaba
La insignia de Jesús sobre su frente.
Después, tras un estruendo de trompetas,
Fue una eclosión de rojos horizontes…
Y el rayo del Señor sobre los montes…
Y el bíblico temblor de los Profetas…
Y noches arropadas en sudarios…
Y jinetes de Patmos que avanzaban…
Y satánicas sombras que ahuyentaban
Antorchas del recuerdo: los santuarios…
En un arranque heroico y espontáneo,
Sobre los amplios mares y sus ríos,
Vibraba el corazón de los navíos
Con tu mismo vigor mediterráneo.
¡Libertad… Libertad!… los augurales
Mensajes, fueron zumos de tu vena
Y al captarlos las ondas de una antena
Se signaron los puntos cardinales.
Mientras, cruzando pueblos y desiertos
Con la potencia augusta del destino,
Impulsaban tu raudo torbellino
Los espíritus puros de los muertos.
Los que cayeron –triunfo en sus mochilas-
Por la libertad tranquila y venturosa;
Por la madre y la hermana… por la esposa…
Por la novia de cándidas pupilas…
Los padres que grabaron su memoria
Muriendo junto al Padre-crucifijo;
Los que se fueron sin dejar un hijo…
¡para engendrar simientes con la gloria!
Los que lograron defender, felices,
Las etapas cruciales de la Vida:
-el Pasado sin mancha donde anida
la tradición de sólidas raíces;
El presente con honra, que se siente
De juicio justo y de conciencia clara,
Y el Futuro anhelado que prepara
Su fuerza en los valores del presente.
¡Córdoba ilustre, santa, del cilicio;
Tu herida fue tu noble ejecutoria.
Porque nunca se obtiene la victoria
Sin lucha ni dolor ni sacrificio;
Y nació tu victoria tan genuina,
Que eternizó tus gentes y sus nombres:
Con mujeres así; con esos hombres,
¡Se salva la República Argentina!
-Sulamita ideal: en tu homenaje
Luce mi verso sus mejores galas.
Que la paz acaricie con sus alas
Y haya siempre una estrella en tu paisaje;
Una flor en tus valles y tus lomas,
Una oración en todos tus sagrarios,
Y en torno de tus altos campanarios,
Un perenne murmullo de palomas!
ANÍBAL CHIZZINI MELO
FUENTE: Revista “Nosotros los Muchachos” – Número Extraordinario – Septiembre 1955 – páginas centrales 40 y 41