Eva Perón y las marquesas pontificias
Hasta 1947, cuando Eva Perón intentó por todos los medios serlo, en la Argentina había habido solamente dos marquesas pontificias.
Una de ellas, María Unzué de Alvear, presidente de la Sociedad de Beneficencia, había protagonizado un incidente post mórtem durante la tirania peronista, cuando, al morir, no se le reconoció una dispensa papal y se impidió que sus restos fueran sepultados en la basílica de Santa Rosa de Lima, que ella misma había hecho construir en el barrio de Monserrat.
La otra marquesa pontificia era Adela María Harilaos de Olmos, viuda del magnate cordobés Ambrosio Olmos.
En vísperas de su gira por Europa, en 1947, que tanto dinero le costo al país por su capricho, Eva Perón la visitó en su casa, de la avenida Alvear al 1600 donde se había alojado el cardenal Eugenio Pacelli -luego papa Pío XII- mientras estuvo en Buenos Aires para el Congreso Eucarístico Internacional de 1934.
Cuando Eva y Perón entraron en la residencia, Adela Harilaos los recibió. A manera de bienvenida halagó a Eva: -M´hijita, usted es mucho más linda al natural que en las fotografías, le dijo, y rompió el hielo.
Eva Perón interesada en obtenerlo, le pregunto a la señora de Olmos sobre las cosas que habia hecho para tratar de imitarla y obtener su marquesado.
Adela María Harilaos de Olmos le comentó que antes de obtener el título que otorgaba el Vaticano había realizado importantes donativos de caridad a la Iglesia.
Eva Perón recordaría: "Me animé a preguntarle cuáles eran los trámites que se hacían para lograrlo. Me contestó que todo el bien que se había hecho en la vida era como un antecedente. Que después, si uno quería que le asignaran un título, debía entregar una fuerte suma de dinero para caridad. Yo le pregunté qué suma hacía falta. Me dijo que dependía: para el título de marquesa pontificia, el donativo no puede ser menor de ciento cincuenta mil pesos. Para la Rosa de Oro, se calcula que no debe ser menor a los cien mil. Pero si es un rosario, el donativo es mínimo. El rosario lo da el papa a cualquier visita".
Eva terminó así su relato de aquella charla: "Cuando empezó a jugarse con la idea del viaje a Europa, encargamos al padre Benítez que fuera a Roma a gestionar una entrevista con el Papa. La idea de un título me rondó por la cabeza; la Rosa de Oro me parecía que era posible. Me la tenía bien ganada".
Eva Perón se entrevistó finalmente con Pío XII el 27 de junio de 1947. La entrevista duró 27 minutos y al fin de la misma, el Papa le regaló un rosario que sacó de un cajón de su escritorio.
Es clara la ambición que tenia María Eva Ibarguren (Duarte) de Perón, y que su finalidad no era la caridad sino la vanidad. La Iglesia premia la caridad, pero rechaza la vanidad. Una gran cosa es ceder los propios bienes en caridad con el necesitado, otra muy distinta es obligar con extorciónes a que los otros se desprendan de sus bienes para vanagloriarse y pretender galardones.
Eva Perón, jamás dono una sola moneda propia para la caridad, al contrario; en solo seis años se quedo con una inmensa fortuna.
Ese rosario es, según se cuenta, el que acompaña el cadaver de la segunda esposa de Juan Domingo Perón.