El Jefe de un Pelotón de muchachos, después de tomar un reducto leal al peronismo, asaltando una casa, dispuso prepararse para un nuevo empeño. Al alinear a sus chiquillos advirtió que uno de ellos no era tal sino una muchacha vestida de soldado que había atropellado en el asalto, con decisión y coraje invencibles.
Ante la mujer cordobesa hay que enmudecer. O postrarse de rodillas. O pulsar la lira.
“Tribuna”
FUENTE: Revista “Nosotros los Muchachos” – Número Extraordinario – Septiembre 1955 – página 20
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