Por Hugo Gambini
Para LA NACION Jueves 8 de marzo de 2007
En un esfuerzo por salvar la responsabilidad de Perón en la muerte de quince jóvenes izquierdistas, la historiadora Araceli Bellota me acusa de no decir toda la verdad en mi artículo Perón creador de la Triple A. Agrega que acudo a “investigaciones ajenas” y que mi argumento “tambalea por no hallar fuentes fidedignas”, aunque acepta que en esa reunión se aprobó un documento reservado.
Este documento lo dio a conocer un solo diario, La Opinión (del 2/10/73), gracias a la primicia que obtuvo su director, Jacobo Timerman. ¿Y qué decía la primicia? Que “todos deberán participar en la lucha iniciada, haciendo actuar todos los elementos de que dispone el Estado para impedir los planes del enemigo y para reprimirlo con todo rigor”. En verdad, así empezó el terrorismo de Estado. En un cónclave que presidió Perón, junto al gabinete nacional, los gobernadores y el Consejo Superior Peronista.
Si Perón arremetió contra la juventud de su partido y de otros grupos de izquierda, si se organizó el terrorismo de Estado para eliminarlos y si empezaron a caer izquierdistas muertos, antes y durante su presidencia, ¿a quién hay que cargarle la cuenta? ¿Quién era el jefe de gobierno? ¿Quién nombró a los comisarios Rodolfo Eduardo Almirón, Alberto Villar y Juan Ramón Morales? ¿Y quién ascendió a José López Rega? Todos fueron jefes de la Triple A. ¿Perón los nombró sin saber para qué? ¿No entendió lo que ocurría en el país? Sus médicos, Norberto Giletta, Pedro Cossio y Alfredo Bisordi, dijeron que “la lucidez fue permanente en el general Perón, hasta el mismo instante de su deceso”.
Según la historiadora, Perón no tiene nada que ver con los muertos de ese siniestro organismo. “Definitivamente no”, asegura. Y se apoya en lo que le contó Juan Manuel Abal Medina en junio del 74, asegurándole que “los lazos entre Perón y Montoneros nunca se cortaron”. La verdad es que en esa fecha, los montoneros estaban furiosos y no porque Perón los hubiera echado de la plaza, como cree equivocadamente, pues lo cierto es que se fueron solos, descargando su rabia: es lo que cuenta el entonces funcionario peronista José A. Deheza: “Sin esperar el final del discurso, los montoneros plegaron sus estandartes, dieron la espalda al palco y comenzaron a retirarse de la plaza, coreando: «Aserrín, aserrán, es el pueblo que se va»”. También advierte Deheza que, al pedirse un minuto de silencio por Evita y los muertos por la Patria, “los sindicalistas se callaron y los montoneros coreaban uno a uno el nombre de sus muertos notables, agregando el consabido ¡presente!”.
Dice también que, en la reunión con Ana Guzzetti, no recordé esta frase de Perón: “La guerrilla debe ser reprimida dentro de la ley”. ¿Cuál ley? No había nada que legalizara la pena de muerte, pero existía la organización paraestatal dedicada a eliminar a los izquierdistas. Guzzetti dijo, y lo repito, que “en dos semanas hubo exactamente veinticinco unidades básicas voladas (...) y doce militantes muertos, (...) todo hecho por grupos parapoliciales de ultraderecha”. Perón mandó investigar a Guzzetti, no las muertes. Lo vimos todo por televisión. No hace falta ninguna cinta grabada.
Finalmente, la historiadora supone que “olvido el contexto” cuando señalo que en el gobierno de Perón se identificaron quince cadáveres, sin contar los secuestros. Ella sostiene que, “sin realizar distinción de ideología alguna, en ese mismo período murieron más de cincuenta personas”. Pero yo me referí siempre a los muertos de la Triple A, víctimas del terrorismo de Estado, durante el gobierno de Perón.
Nada dice, en cambio, del somatén –preludio de las Tres A– que se convirtió en un cuerpo represivo para eliminar a la izquierda. Quien lo explica es Miguel Bonasso, al contar que Perón le dijo al gobernador Oscar Bidegain: “Lo que hace falta en la Argentina es un somatén”. Lo escuchó su hija, Gloria, y, según Bonasso, “la sombra de aquella charla se extendería sobre los cadáveres que la Alianza Anticomunista Argentina sembraría en los bosques de Ezeiza, alimentando una sospecha que Gloria no podría confesarse nunca: la idea de la Triple A no había nacido en la cabeza de López Rega, sino en la del propio Perón” (El presidente que no fue).
Son investigaciones ajenas, es cierto, pero nunca desmentidas.
Fuente http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=889436&high=Hugo%20Gambini
La Masacre de Ezeiza (Regreso del Tirano Perón año 1973)
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