Del Diario de un Muchacho
¡CON ARMAS… PERO SIN BALAS!
¡CON ARMAS… PERO SIN BALAS!
El Fusil me pesaba más que nunca. Junto con varios civiles y numerosos soldados custodiábamos el Cabildo cuando el General Lonardi tomaba el Juramento al Interventor de Córdoba, General Dalmiro Videla Balaguer.
Serían aproximadamente las siete cuando mi guardia finalizó. Cansado, volví a casa de mis tíos después de varios días y varias noches de trabajo intenso, como centinela y patrullero.
Antes de acostarme quise continuar mi diario (1) interrumpido hacía casi una semana.
El día 18 (2), por la mañana, me presenté al comando donde fui aceptado, pero tenía que conseguir armas, pues el ejército había repartido todas las existentes. Después de indagar en varios lugares conseguí una pistola de mujer (3), que más bien parecía un arma de juguete. Y para colmo… SIN BALAS; pero con ella y un poco de sangre fría comencé a colaborar yo también en defensa de Córdoba.
Más tarde conseguí un Winchester, pero tampoco tenía balas. (4)
Con esas dos armas me mantuve en el puesto de guardia hasta que, por la noche, me dieron un fusil máuser y una pistola del ejército, armas muy eficaces y de las cuales tenía yo suficientes balas.
Solamente ahora me doy cuenta del peligro que corrí al no llevar balas en las otras armas, pues fácilmente podrían haberme anulado. Con las dos armas que cité y junto con una patrulla móvil, recorrimos la ciudad de un extremo a otro, durante toda la noche. En varias oportunidades, yo y mis compañeros tuvimos que vaciar los cargadores de nuestras armas contra los autos sospechados que ambulaban por las calles desiertas con fines diabólicos, pues disparaban sobre quienes se les acercaban. Se les conocía con el nombre de “Autos Fantasmas”.
Al despertar la mañana del 19 de septiembre, lunes, volví a mi puesto habitual de guardia que se hallaba en la intersección de Bulevar Junín e Ituzaingó.
La segunda noche fue la más crítica para mí. Nos ordenaron ir hasta el Molino “Rio de la Plata”, en cuyo edificio estaba uno de los frentes de lucha. Allí, parapetados detrás de bolsas de harina, pasamos interminables horas de vigilia, y en varias ocasiones me sentí un poco nervioso.
A pocos pasos, dos o tres, iban a parar las ráfagas de ametralladoras que nos lanzaban soldados leales (al régimen peronista). No hubo ni una sola baja, y el alba del nuevo día despuntó en el horizonte. El ambiente continuaba pesado. La mañana transcurría más o menos en apariencia tranquila. De vez en cuando se oían disparos aquí y acullá.
Pero esta noche se presentaba inquietante. Esta vez patrullamos la ciudad en uno de los automóviles que se caracterizaron en estos últimos tiempos: las famosas Merceditas. Se trata de un coche Mercedes Benz, casi flamante, que me tocó dirigir. También esa noche disparamos nuestros proyectiles a los “autos fantasmas”.
Contra uno de ellos fue tan graneado el fuego que quedó hecho un colador.
21 de septiembre: día del Estudiante (5); llegó sin paseos, picnics ni fiestas. Su horizonte era oscuro, pero una pequeña luz se vislumbraba en esa oscuridad: luz que llegó a ser realidad cuando se nos anunció el completo triunfo de nuestra causa.
Ya con el ambiente más tranquilo pero siempre en nuestros puestos, firmes y decididos, pasamos otro día más; hasta que después de la guardia junto al Cabildo, el 23 de Septiembre por la tarde, volví a la casa de mis tíos y dejé en mi diario, algo de lo que viví en las albas azarosas que transcurrieron.
Soy mendocino, pero me siento orgulloso de estar en tierra cordobesa, donde he podido ofrecer algo por mi Patria.
Si fuera necesario tomar otra vez las armas, con balas o sin ellas, pero con entusiasmo, Ángel A., responderá PRESENTE!!
Richard Kent
FUENTE: Revista “Nosotros los Muchachos” – Número Extraordinario – Septiembre 1955 – páginas 75 a 77.
NOTAS:
(1) “Diario” es un cuaderno o libro en donde se anotan los hechos ocurridos durante un día en forma cronológica día a día. También llamado bitácora.
(2) Se refiere al 18 de septiembre de 1955
(3) Llamada así ya que sus pequeñas dimensiones hacen posible ser guardada dentro de una cartera o bolso y utilizada por manos más pequeñas tal como usualmente tienen las mujeres en relación a las manos masculinas.
(4) Durante los días de la Revolución Libertadora este dato se repite continuamente. En muchos casos la población civil que participó (que fue mucha) en su mayoría no disponían de armas en uso o verdaderas. A medida que alguien conseguía un arma en condiciones de ser usada, le pasaba la que tenía usando a otro que o no tenía o tenía una aún peor. Téngase presente que el movimiento revolucionario del 16 de septiembre de 1955 fue más civil que militar.
(5) Y comienzo de la estación de la primavera.
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