Revista Nosotros los Muchachos - Los Molinos de Dios

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ESCRIBE PEDRO GIACOMINI

LOS MOLINOS DE DIOS

MUELEN DESPACIO PERO MUELEN SEGURO
DRAMÁTICAS ESCENAS DEL 16 DE JUNIO DE 1955


Cuando la maldad humana hace rebosar el vaso de la cólera divina, de tanto en tanto, la bondad de un Dios misericordioso no hace olvidar el brazo vengador del Dios justiciero. Eso es lo que ha ocurrido en Buenos Aires, teatro de incendio de templos y conventos, durante la reciente persecución religiosa.

Consignamos algunos de los episodios que más impresionaron a la población.

1º Hombres forajidos, criminales a sueldo, a ciencia y paciencia de la policía sobornada, asaltaron la Curia Arzobispal que estaba bajo su resguardo.

Arrojaron a la calle el busto del Papa, cuadros, muebles. Se roban las cajas fuertes que alcanzan a violar, y dan comienzo a un voraz incendio, rociando con nafta los pisos y los cielorrasos en la punta de los lanzallamas. Pronto todo se convierte en una inmensa hoguera, donde se funden las máquinas de escribir, se cae el revoque de las paredes, se derrumban los techos; y lo que es más, se destruye una valiosísima biblioteca de 80.000 volúmenes, con documentos y originales de inmenso valor, del tiempo del Virreinato, que concernían a la Argentina, Uruguay, Paraguay, Chile, Perú y Bolivia.

Todo quedó reducido a humo y ceniza, que el viento elevaba a los espacios por entre las hendiduras del edificio, privado ya de puertas, ventanas y techo. Sólo quedaban las paredes calcinadas. Digo mal, quedaban algunas vestimentas del Cardenal Copello y de los Obispos auxiliares porque todo lo demás que pertenecía al personal de la Curia había sido totalmente entregado a las llamas.

Con la indumentaria salvada se vistió uno de los asaltantes, contorneándose por las calles y dando bendiciones en una burla sacrílega de la religión. Pero no tardó en llegarle el responso. Dentro de la obscuridad que sobrevino a causa del humo y de la lluvia, alguien creyó que era Monseñor Tato, el Obispo Auxiliar que se fugaba. Y para impedírselo, los demás acribillaron al miserable farsante a balazos, terminando con su existencia. Tendido en el suelo, su sangre se mezcló con el rojo de las vestiduras sagradas. ¡Justo castigo del cielo..!

2º Iba un camión, lleno de robos sacrílegos de los templos y conventos incendiados, y abarrotado de hombres, ebrios del triunfo aparente obtenido por la tiranía.

En su euforia quisieron celebrarlo colgando, simbólicamente, a un cura del guinche del camión, con el fin de demostrar que así quisieran ahorcar a todos los demás sacerdotes. Un obrero en persona, vestido de hábitos talares, representaba la burda farse, viéndosele suspendido de una cuerda, mientras sus pies se apoyaban tranquilamente sobre un cajón que le servía de sostén.
De repente para evitar una colisión con otro vehículo que corría en dirección contraria, el conductor tuvo que realizar una brusca maniobra, que al fin le hizo topar con un árbol del camino.
Saltaron los ocupantes como por un resorte, salvándose como pudieron.

Todos, menos uno… el del guinche que quedó estrangulado con la misma cuerda que le tenía amarrado. Fueron inútiles los esfuerzos de los compañeros peronistas para salvarle.

Se supo más tarde que había estado enlazando las estatuas de los altares, para tener el sádico placer de verlas rodar hasta el suelo, mientras profería las más horribles blasfemias.

Ahora se le veía también a él tendido en el suelo, ya cadáver, con la lengua afuera y con los ojos vidriosos, desencajados de sus órbitas.

¡Justa venganza la del cielo, que castiga con lo mismo con que se ha pecado!

3º.- Un formidable choque de trenes en Ciudadela, al salir de la Capital Federal. Un tren repleto de pasajeros embistió a toda velocidad a otro que estaba estacionado sobre la misma vía. Varios vagones se incrustaron sobre otros.

Saltan hierros y escombros. Centenares de muertos y heridos. Verdadera catástrofe ferroviaria.
Llegan las ambulancias y transportan a las víctimas. En un hospital, un hombre se desespera porque se encuentra con los brazos y las manos destrozados y se va desangrando. Llama a gritos y con urgencia a un sacerdote.

Al llegar éste le quiere calmar, dándole alguna esperanza de salvación.

-No, Padre: yo no sanaré –respondía sin cesar.

-Tengo que proclamar ante todos que estoy sufriendo el castigo que me merezco puesto que con estos mismos brazos y manos me estuve ensañando con los santos de las iglesias, cortándoles las manos y los brazos.

¡Dios quiera que ante el reconocimiento del sacrilegio haya obtenido el perdón del mismo…!

4º Sucedió en una clínica de Buenos Aires. Una mujer fanática del régimen decaído, aguardaba el momento de ser madre. Imbuida de la persecución religiosa últimamente desatada, vio con terror que en su cuarto había un crucifijo. Sin pérdida de tiempo llama a la enfermera, significándole con palabras descompuestas, que le quitaran ese símbolo para ella execrado. Inútiles fueron las razones de la enfermera, que no salía de su asombro: asegurándola que era una costumbre antigua en la clínica; y que nada podía temer de un Dios que ha muerto por nosotros.

Más, la pasión política la cegaba a tal punto, que llegó a decir:

-No quiero que mi hijo al abrir los ojos, vea por primera cosa al crucifijo. Quítenlo de ahí.
Entre tanto se iba acercando el momento del alumbramiento.

La enfermera va a llamar al médico de turno, no sin informarle de la extraña petición de la paciente.

Entra el galeno y la atiende debidamente. Al observar luego el neonato, su rostro se ensombrece; al propio tiempo que le dice a la mamá, despaciosamente marcando las palabras:

- No se aflija, señora: su hijo no podrá ver nunca al crucifijo; pues ha nacido ciego…

5º Una verdadera Gestapo estaba organizada al servicio del dictador, que la pagaba opíparamente, hasta con sobresueldos, en los actos de terror. Sus miembros, muchos de ellos sin patria y sin conciencia, ostentando rojas insignias, habían jurado cometer toda clase de tropelías, a la voz de mando del amo.

Ellos fueron los responsables y actores de los desmanes e incendios de las iglesias. Ellos los que mataban vigilantes y taxistas. Ellos fueron los que el 12 de junio provocaron a los jóvenes de A.C. (Acción Católica) y a los fieles congregados en la catedral para la misa vespertina.

En vez de ir ellos a la cárcel, más de 400 de los católicos fueron a parar a la cárcel de Villa Devoto. Lo que hace recordar la anécdota del turista que fue a Francia en una mañana helada de invierno, en que hasta el sueño estaba congelado. De improviso le sale ladrando un enorme mastín con intenciones nada pacíficas. El viajero se inclina para levantar una piedra con qué defenderse; pero no lo puede, porque estaba completamente escarchada. Entre tanto se acercó el perro y le mordió las piernas, llevándose una parte de los pantalones.

Entonces el turista se incorpora indignado y exclama:

¡Maldito país, en que atacan las piernas y sueltan los perros!

Y los sabuesos del dictador andaban sueltos por las calles de Buenos Aires, hasta que a ellos también les llegó la hora.

Más de 400 se habían reunido en su guarida que era la sede central, convertida en formidable arsenal de guerra, lleno de municiones y pertrechos bélicos, los más automáticos y modernos. En el momento culminante de la Revolución Libertadora, el ejército le intimó deponer las armas, dándoles un plazo de cinco horas. Expirado el tiempo del ultimátum, ellos agredieron por primero a un teniente, arrojándolo muerto por una ventana, a cuya villanía respondieron los tanques blindados, abriendo los fuegos que repercutían sistemáticamente en la noche, sobre la ciudad dormida.

Reforzadas las baterías por un cañón de montaña, empezaron a demoler el edificio donde estaba el nido de víboras, que empezó a incendiarse por los cuatro costados y a desmoronarse piso sobre piso, aplastando y calcinando a todos los que estaban adentro.

A un cierto punto se oyó una terrible explosión, seguida de fragmentos arrojados al aire, entre ellos brazos y piernas. Había explotado el depósito de municiones que tenían resguardado en el sótano, contra todas las leyes civiles y del estado de sitio.

Al saberse el trágico fin de esta Gestapo se sintió un alivio general y todos vieron en ese terrible escarmiento, el dedo de Dios. Ellos habían incendiado las iglesias; y a su vez quedaron reducidos a cenizas. Ellos habían encerrado a los jóvenes de la A.C. en la Catedral y de allí los hicieron conducir a la cárcel; ahora en el mismo número, más o menos, habían sido encerrados en una trampa mortal, y de allí pasaron a la eternidad.

¡Que Dios hay tenido misericordia de ellos!

6º Coincidencias.- Podríamos seguir contando hechos verídicos de esta naturaleza, con los que se podría formar un verdadero rosario de episodios, donde los hay pequeños como las avemarías, y gruesos como los padrenuestros. Vamos a terminar sin embargo, señalando algunas coincidencias, que al decir de S. S. el Papa Pío XI, no son más que combinaciones de la providencia, que va tejiendo la trama de los acontecimientos humanos.

Un 17 de octubre de 1945, el ex dictador de la Argentina, era rescatado por el pueblo, preparándole así el camino de la primera magistratura de la Nación.

Pasaron nueve años, en que podía haber hecho un buen gobierno, pues no le faltaron condiciones y las circunstancias le favorecieron. Pero se ofuscó con los primeros éxitos y se creyó un dios ante quien todos iban a ponerse de rodillas, incluso la religión y las conciencias.

A un cierto punto, el mismo pueblo, cansado de sus bravatas que todo lo llevaba al desquicio y a la corrupción, se levantó en armas contra él, y lo depuso, secundando la acción mancomunada del ejército, marina y aviación. Y precisamente en el buque insignia de la Argentina Nacional, que se llamaba 17 de Octubre, se firmó la rendición del gobierno, que puso fin al régimen. Ahora ese buque insignia fue rebautizado con el nombre de General Belgrano (1) en desagravio a la bandera, que el tirano había hecho quemar, en un desesperado intento de prolongarse en el poder.

Hay más. Furioso por la oposición de los católicos, descargó una feroz andanada de decretos y leyes persecutorios durante casi todo un año. Abrigaba la intención de crear la Iglesia Nacional Justicialista, arrasando, si era necesario, con todos los templos, sacerdotes y religiosos. Ya tenía sus misioneros y templos en las unidades básicas. Entre tanto las cárceles se llenaban de fieles, clérigos y obispos. Dos prelados fueron deportados. Ello le acarreó a él y a su gobierno la excomunión ipso facto, a la que no le dio mayor importancia, creyendo, como Napoleón, que era un arma anticuada, completamente oxidada, que no le haría caer el poder de las manos.

Pero he aquí otra coincidencia. La Sagrada Congregación Consistorial acababa de firmar el decreto de excomunión el día 16 de junio de 1955, y a las pocas horas, caía la primera bomba sobre la Casa Rosada de Gobierno, salvándose el tirano por 10 minutos y por milagro de una muerte segura. Fracasado el primer intento de revolución, hizo tambalear sin embargo su trono. No era más que el principio del fin. En efecto, exactamente a los tres meses, el 16 de setiembre, estallo la Revolución Libertadora que lo depuso de su poder y terminó con su régimen; derrumbando espectacularmente una poderosa maquinaria que había montado en diez años de tiranía.

El efecto de la excomunión había sido fulminante. La carne de cura le resultó indigesta. Quien va contra la iglesia se estrella. Con Dios no se juega. Porque:

¡LOS MOLINOS DE DIOS MUELEN DESPACIO; PERO MUELEN SEGURO!.
(Buenos Aires, Octubre de 1955)

NOTAS:
(1) Se trata del Crucero A.R.A. General Belgrano hundido por inglaterra, fuera de la zona de exclusión que ellos mismos fijaron, durante la guerra de las Malvinas en 1982.

FUENTE: Revista “Nosotros los Muchachos” – Número Extraordinario – Septiembre 1955 – página 50 a 54.