Revista Nosotros los Muchachos - El Muchacho que se enamoró del Cielo

EL MUCHACHO QUE SE ENAMORÓ DEL CIELO

MORANDINI

LA ACCIÓN DE LOS GLOSTER

Era poderosa y terrible.
Aquel bólido que inmutable al ataque aéreo se precipitaba sobre las tropas leales al peronismo vomitando plomo por sus cuatro ametralladoras, sembraba pánico, muerte, desmoralización.

Bien lo sabía el Teniente 1º Luis Herrero y el Tte. Eduardo Rossi que fueran los primeros en actuar. Bien lo sabían los cinco pilotos que, en ese trágico día de Córdoba, sitiada por cinco ejércitos, se aprestaban a seguir luchando con 3 Gloster apresuradamente reparados: el Capitán Súares, y los 1º Tenientes Balado, Hellmuth, Weber y Morandini. Nerviosos, excitados e impacientes, aguardaban la orden, cuando les llegó la noticia: -¡No hay querosene para los Gloster!... Crisparon los puños y plegaron las frentes; más, ni al medio segundo, cinco miradas se cruzaron como juramento… Y un grito:

-¡Póngale nafta!

-¿Nafta? –Oiría mal- ¿Nafta, dijo?

-¡Si, nafta! ¿No oyó?... El viejo mecánico salió volando. Pálido, desencajado. …Nafta!.. Dios mío, en cuanto recalentaran las turbinas se produciría el estallido o el incendio de la máquina!...

Se alzó el primer Gloster con su carga de muerte y de heroísmo. Pero volvió. Partió el segundo…

Junto al tercer aparato ya aguardaba su joven piloto. Bello y erguido en sus 25 años. Sereno, Sonriente… Mas, ¿por qué ahora el pensamiento de su madre muerta y de su prometida?... ¿Por qué el recuerdo de los diez compañeros que partieron hacia San Luis con el Avro Lincoln y cuyo paradero ignoraba? ¿Por qué?...

-¿Deseaba, Teniente?... –El P. Tomasín estaba a su lado.

-Sí, Padre, confiéseme. Debo salir y, tal vez…

¡Silencio que un valiente se arrodilla!.

Pronto una mano que bendice y dos hombres que se abrazan.

Y un Gloster que se eleva dispuesto a caer sobre las tropas de Alta Gracia.

-¿Quién es?.. –preguntó el P. Miguel Brizio. Y el capellán:

-Un muchacho que se enamoró del cielo.

UN MUCHACHO QUE…

…se enamoró del Cielo.

Allá fue su madre, dejándole huérfano a los cinco años.

Por ir a su lado al chiquilín le crecieron alas. Fue aviador.

Comenzó correteando con los Fiat cordobeses, siguió en picada con los cazas de Mendoza y cortó el espacio con los Gloster de Morón.

Sonreía su madre viendo las piruetas que dibujaba su hijo jugando sobre las nubes entre las sierras, cabe a los Andes. Pero, más sonreía viéndole tan guapo, tan mozo, tan lindo… ¿Qué muchacho no es hermoso a los 22 años? Así Alberto: un regio muchacho. Alegre, esbelto, viril. Ágil delantero de la primera y elegante campeón del massé. Un gran camarada y una gran esperanza.

El Teniente Alberto Morandini volvió a la Escuela de Aviación el 54. Instructor de tercer curso. ¡El de siempre! 24 años y grandes amores. Amaba “su cielo”, “su tierra” y su Dios…

Su cielo, tenía dos alas y un nombre: ¡Gloster! Fue sueño, ideal, pasión. Su tierra, hecha de cañadas, valles y serranías: Córdoba, Deán Funes. Y Dios.

Así se cubría de gloria en la Cruzada Libertadora: como aviador, como católico y cordobés…

UNA FILA LARGA MUY LARGA…

Todos los cañones y todas las armas dirigían su fuego sobre el veloz avión. Inútil. El Gloser pasaba zumbando como abeja infernal. Elevábase recto hasta perderse en las nubes y caía en picada ametrallando a ras del suelo. Y vuelta a ascender y a largarse. Velocísimo. ¡Qué importaba que la temperatura continuara subiendo! El iba y volvía. Magnífico, impecable, tenaz, enloqueciendo a los artilleros que miraban con admiración y pasmo. Por fin se alejó.

El valiente piloto, sin embargo, regresaba en hondísima pena, debido a un mensaje: “Avro Lincoln a S. Luis estrellado… Todos muertos”. ¡Diez compañeros de la Escuela… Muchachos de veinte, veintidós y veinticuatro años!... ¡Muertos! Todos… Alaggia, Aciar, Patrignani, Juárez, Santi, Quinteros, Rivadera, Lafalce, Santorín… Si aún parecíale sentir el agrazo de la despedida…

Pero, ¿Qué pasaba?... ¡La turbina derecha no respondía! ¡Temperatura al máximo! ¿O sea que?... Y Córdoba debajo!... ¡Ya el humo! ¡El incendio!... ¡Su paracaídas!... pero… ¡No! ¡Caer sobre la población, no!... Un poquito más y tal vez… No llegó.

Se vio la terrible explosión y al humeante avión invertido atravesar la ciudad y caer…

Sobre Córdoba, alborozada por la tregua, se oyeron campanadas graves, dolientes, pausadas… Y se hizo una fila. Una fila larga. De emoción, de rezos, de lágrimas. Soldados, civiles, sacerdotes, las madres, los niños… Todos saludaban al piloto muerto.

Hoy sigue pasando la fila, una sola fila, muy grande, muy larga…


F. Godoy - Cruz

FUENTE: Revista “Nosotros los Muchachos” – Número Extraordinario – Septiembre 1955 – páginas 46 a 48.