AVE MARIA EVA
Autor: Alfredo R. Lanusse - (Editorial Dunken) - 294 páginas - ($ 40)
Descubrir a la verdadera Eva Perón fue para Alfredo R. Lanusse, autor de Ave María Eva, casi una obsesión. Le llevó cincuenta años juntar fotografías, recortes, datos de archivo y material único, hasta dar con "una mujer que en poco más de seis años se hizo millonaria". A tal punto que en la tapa del libro aparece una fotografía en la que Evita, junto a Perón, recibe una plancha de dólares del embajador Stanton Griffis, aunque no se explica en concepto de qué.
Lanusse, autor de artículos periodísticos sobre política, ha sido cautivado de tal forma por Evita que recuerda su entierro en la Recoleta "junto a la aristocracia argentina, muy lejos de la bóveda de la familia Duarte [...] en el cementerio de Chivilcoy". Y menciona la Chacarita, donde está la madre de Perón.
Observa que el único libro escrito por su hermana Erminda "es una vergüenza de mentiras que contradicen los hechos históricos". Su descripción del personaje "no es la de la propaganda montonera y peronista". Para Lanusse, que consultó una buena bibliografía, Evita "utilizó su tarea en la Fundación con fines políticos, hizo mucho con los gremios y poco con los pobres, tuvo miedo a los médicos y no se quiso curar a tiempo, estableció con los poderosos una curiosa relación de rechazo-atracción, hizo del lujo en todas sus formas un estilo de vida, se vestía en París y usaba las más valiosas joyas, recibía regalos millonarios de sus amigos, falsificó sus documentos, excluyó a su madre de su legítimo testamento y dedicó sus últimos días a planificar una posteridad grandiosa hasta la obscenidad".
La obra tiene algunos errores, como creer que la Constitución de 1949 incluía el derecho de huelga. Esa era la protesta de los socialistas contra la reforma, pues la huelga no figuraba ni en los Derechos del Trabajador. Otro error es dar por verosímil la pintada ¡Viva el cáncer!, que Lanusse supone "fotografiada hasta el cansancio", cuando nunca se la pudo ver, porque jamás fue escrita en una pared. Esta pintada esta tomada de la película Eva Perón con Victor La Place y Ester Goris.
Pero acierta en algunos descubrimientos, como con la identidad de "Piraña", esa jovencita que Perón trajo de Mendoza, cuyo nombre era María Cecilia Yurbel.
Se enaltece, además, la acción del ministro de Salud, Ramón Carrillo, un brillante sanitarista que puso en marcha una obra colosal. Sin embargo, señala Lanusse, "la muerte de Evita dejó todos los avances a merced de los dirigentes sindicales que, a través de las obras sociales, se quedaron con el negocio de la salud".
Se dedica al 17 de Octubre un extenso capítulo, donde se reproduce parte de un libro de Perón: "Eva Duarte trabajaba por mí, tomó la dirección del movimiento, llevó a nuestra gente a las plazas y se puso a la cabeza de los descamisados".
Contrasta con un documento de Cipriano Reyes sobre ese día, que no menciona a Evita. Lanusse termina preguntándose: "¿Dónde estuvo Eva Duarte?" La respuesta está en un recorte de LA NACION (reproducido) donde se explica que el 17 por la mañana Evita estaba en Junín, haciendo un poder general a pedido de Perón.
El libro incluye una lista de 125 joyas, donde hay cigarreras, petacas, prendedores, relojes, clips, aros, anillos, pulseras y collares.
Entre esas piezas había diez gargantillas de platino y brillantes, un colgante de Van Cleef Arpels, una esmeralda de 47,6 kilates, dos collares de platino y brillantes y un collar único de perlas cultivadas. Muchos eran regalos de los sindicatos y otros de Alberto Dodero, quien logró "venderle al Estado argentino su alicaída y deficitaria empresa naviera". Lanusse observa que hoy el museo de Evita "se distingue por la ausencia de fotos de las joyas, de las decenas de vestidos, sombreros, zapatos y guantes", todos comprados en Francia y que Evita solía lucir en las grandes veladas oficiales.
Dedica el libro una especial atención a la ley de voto femenino, en la que Evita parecía no mostrar interés. En 1946, al aprobarse en el Senado -absolutamente peronista- la primera propuesta, su autor, Lorenzo Soler, homenajeó a la doctora Elvira Rawson de Dellepiane y mencionó a otras nueve mujeres, entre ellas a Alicia Moreau de Justo, pero no a ella. No obstante, "la señora" festejó la ley al año siguiente, pero las mujeres no votaron ni en la renovación parlamentaria del 48 ni en la elección de constituyentes del 49. Fue en 1951 cuando Evita sufragó por primera y única vez; lo hizo internada en el Policlínico de Avellaneda.
Lanusse se ocupa también del monumento, que ella insistía en que fuera el más grande del mundo y estuviera en Plaza de Mayo, haciéndole sombra a la Catedral, como "revancha por el Marquesado Pontificio que Evita nunca había recibido y que le hubiese garantizado descansar en una iglesia".
Las bases de aquel monumento se colocaron en los terrenos de la antigua cancha de River, frente a lo que hoy es canal 7, pero con algunos cambios: ya no tendría la cara de Evita sino la de Perón y sería más alto que la basílica de San Pedro y la Estatua de la Libertad. Claro que tardaron tanto en hacerlo que apenas cayó Perón se instaló allí la estatua de Artigas.
El trabajo de Lanusse es meritorio por los datos conseguidos, que dan testimonio de la verdadera Evita. No por su dedicación a los pobres sino por sus gustos y ambiciones.
Hugo Gambini